Este año el día mundial de la salud ha sido la depresión. Se celebra cada 7 de abril para conmemorar el aniversario de la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se aprovecha la fecha para lanzar una campaña sobre un tema de salud. Que estemos hablando de depresión, como dice el eslogan de la campaña, es un indicador de un problema de salud global. La depresión afecta a más de 350 millones de personas en el mundo y se considera que en 2020 podría convertirse en la segunda causa de discapacidad en el mundo.

Hablar de los problemas mentales no es fácil para los que los sufren, porque muchas veces van asociados a estigmas, rechazo social e incomprensión. Aunque la depresión es una enfermedad relativamente común cuesta hacerla visible. Según la OMS afecta a personas de todas las edades, condiciones sociales y de todos los países.

Los síntomas de la depresión suelen ser sentimientos persistentes de tristeza, ansiedad, vacío, pesimismo, culpa o impotencia. Las personas que sufren trastornos depresivos pierden el interés por las actividades con las que disfrutaban, y tienen problemas para llevar a cabo sus actividades cotidianas. Además pueden presentar algunos de estos síntomas: pérdida de energía; cambios en el apetito; necesidad de dormir más o menos de lo normal; ansiedad; disminución de la concentración; indecisión; inquietud; sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza; y pensamientos de autolesión o suicidio.

La depresión puede llegar a convertirse en un trastorno grave, y en el peor de los casos puede provocar el suicidio. Actualmente es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de entre 15 a 29 años. Estamos ante un problema serio pero que por suerte, se puede prevenir y tratar. La clave es la detección precoz. Si no, puede llegar a hacerse crónica o recurrente. El primer paso es pedir ayuda y visitar a un profesional.

El tratamiento para la depresión suele consistir en terapia de conversación, medicación antidepresiva o una combinación de ambos métodos. La conversación en sí misma, puede ser el primer obstáculo para los pacientes. Cuando alguien sufre depresión, los gestos cuotidianos pueden ser muy difíciles. Recibir terapia implica salir de casa, esperar en una sala con otros pacientes… Conseguir estas pequeñas metas no siempre es fácil, y menos en los primeros pasos del tratamiento.

Ante todo esto, los profesionales de la salud tienen en la tecnología un buen aliado. La posibilidad de hacer consultas online por videoconferencia facilita mucho poder acceder a pacientes con tendencia al aislamiento, y también aquellos que viven en entornos rurales o que tienen problemas de movilidad. Además ahora pueden hacerse en plataformas como CITA.iO, que ofrecen entornos seguros específicos en que la confidencialidad de los datos está asegurada y que permiten incluir todos los datos de la videoconferencia en la histórica clínica del paciente, para su posterior revisión y análisis.

La experiencia también demuestra que el contacto online puede ser también una buena herramienta para hacer un seguimiento más reiterado de los pacientes y asegurar la continuidad de los tratamientos. Las consultas online facilita que el paciente y el profesional se pongan en contacto con más frecuencia, y permite más disponibilidad horaria de ambos.

Los profesionales que sepan aprovechar las nuevas herramientas asistenciales, seguramente conseguirán llegar a más pacientes. Utilizarlas no quiere decir abandonar la visita presencial y el contacto físico. Eso no puede desaparecer. Pero sí que abre puertas para ofrecerle al paciente aquello que más necesita en un momento determinado.